Por Juan José Campos Loredo
“De acuerdo con el
llamado orden natural de las cosas,
haber llegado al
tope natural del estante
significa que la
suerte ya se cansó,
que no habrá mucho
más camino para andar.
El final del anaquel
es, en todos los sentidos,
el principio de la
caída”
José Saramago,
“Todos los nombres”, 1997.
Supuestos anarquistas realizan pintas y prenden fuego a la puerta de Palacio Nacional. Foto: AlfredoMancera. http://nuestro.mx/noticias/queman-la-puerta-de-palacio-nacional/ |
Durante poco más de 40 días no
tuvimos ni muertos ni vivos. La incertidumbre daba fuerza a la rabia, a la
indignación, a la polarización de una sociedad que se veía obligada a
redescubrir su historia, a avivar su memoria en busca de resquicios de algo
parecido en magnitud de la violación de los más imprescindibles derechos
humanos. Y sí, hay momentos parecidos, pero este caso en particular, marca un
antes y después en la historia de este país.
Muchos casos para la ignominia en
la historia reciente con un estado que omiso, partícipe o indiferente ha
buscado silenciar la memoria solidificando el dolor con la presentación de
siempre: resultados de investigaciones que han apelado que la resolución
oficial del problema lleve a que el olvido sea el factor común y con ello, la
continuidad de rutinas donde el despojo y el atraco sobre los ciudadanos se
mantenga bajo la esfera de una aparente tranquilidad, bajo la supuesta
certidumbre del “aquí no ha pasado nada”.
“Ni muerto, ni vivos” hacia ver
al estado endeble ante el caso de los 43 estudiantes desaparecidos de la normal
de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero. Y ante la pronta apertura de la carrera del
sistema político mexicano por iniciar en un clima “limpio” el camino hacia el
proceso electoral de 2015, “dar sus muertos a la ciudadanía”, darle claridad a
lo incierto, era imperativo.
El estado en voz de su procurador
general de la república, Jesús Murillo Karam, dio este viernes 7 de noviembre
lo que hubiera querido de su parte, fuera el carpetazo a un asunto que tarde se
dieron cuenta, se les salió de control. “¿Querían a sus desaparecidos? Aquí
están, pero sin estar”, en la contundencia donde la incertidumbre se quitó el
velo y dio paso a una mayor: el verdadero horror donde la imaginación gubernamental
buscó dar el epitafio para una sociedad que en su movilidad, ella misma y el
estado, vislumbraban la generación de una capacidad de respuesta y organización
que ponía en riesgo la estabilidad del sistema. Había que ser contundente, eso
que la sociedad civil aun le cuesta
trabajo; esa donde solo como capacidad de respuesta no le queda otra más que
organizar una y otra marcha, la emisión de un manifiesto o comunicado, ante la
complacencia de un gobierno y su defenestrada clase política, la cual observa
desde la comodidad y confort de sus distintas oficinas ya como Los Pinos, casas
de gobernadores, palacios o sedes legislativas y de senadores; de procuración
de justicia, de partidos políticos, en espera de esa definición de estado de
acallar en definitiva a los vivos con la conciencia de que por fin se les podía
configurar a sus muertos.
¿Qué mayor contundencia al
imaginario social que escuchar en voz de supuestos participantes los horrores a
los que fueron sometidos en sus últimas horas los jóvenes de Ayotzinapa? ¿Qué
mayor forma de inocular el miedo y el terror que explicar “a detalle” la
barbarie que se cernió sobre jóvenes, sobre estudiantes, que hacer escuchar en
voces de sus victimarios lo que sin duda alguna podría ocurrirnos a cualquiera
de nosotros ante una debilidad y /o complicidad tan aplastante del gobierno
mexicano con el crimen organizado y en ello, la nulidad para garantizar la
seguridad de su población? El estado busco ser contundente. Y el miedo volvió a
la psique histórica de buena parte de nuestra sociedad ante lo imposibilidad de
contener la sensación de fragilidad a la que históricamente se le ha sometido.
No importa a cuantos funcionarios
se culpabilice; cuantos delincuentes caigan, si el estado mismo está tan
envilecido. Si ningún partido político es capaz
de pasar en limpio la mínima verificación de integridad. Si la derecha o
la izquierda son pobres caricaturas de sí mismas y si el partido histórico de estado
regresó después de una pausa de una docena de años con este horror que le
recuerda su ser histórico, su ser represivo y donde el miedo es su mejor postor
contra la recuperación de la memoria, para inducir al olvido.
La madrugada del 30 de julio de 1968, el Ejército destruyó con un bazucazo la puerta barroca de la Preparatoria 1. Aproximadamente 300 jóvenes se encontraban ahí reunidos. |
“Quemar las naves” del poder o
aquí, quemar las puertas, los edificios mismos (más allá de la infiltración de métodos gubernamentales tan recurrentes que buscan deslegitimar y vandalizar la movilización ciudadana), podrían justificarse para ser vistos como actos con posibilidad de legitimidad, que bien se ajustarían a ser provocados por el
dolor y la impotencia de esa memoria que se quiere asesinar de tajo. Una puerta
de madera que en su historia ha dado paso a ese poder que se ha alejado de su
ciudadanía, se vuelve un símbolo que nada representa. Que ya no nos dice
absolutamente nada. Puedes quemar seres humanos en este país y la condena y
represión del estado no será en absoluto mayor a la que la erradicación de un
símbolo tan manchado por el poder mismo puede representar. Pero pese a ese dolor, la ciudadanía busca ápices de reacción y organización que el sistema le ha negado. Y busca no ceder a la provocación llana y falaz.
El estado ha sido contundente. O cree que lo ha sido. Ahora
la clase política que lo conforma, buscará dar paso a su execrable arranque
hacia el proceso electoral de 2015. El estado supone que con la conferencia de
prensa de este día 7 de noviembre, ha firmado el acta de defunción de un
movimiento ciudadano más que lo ha cuestionado y confrontado. La sociedad,
aquella que no ceda al temor e intimidación que conforman los anales de la
historia mexicana, habrá de continuar entre las cenizas de lo que a pesar de
tanta ignominia, aún debe prevalecer: la memoria como esperanza para la
construcción más allá del solo olvido y la incuestionable desesperación.
#MéxicoMemoriaViva
#VivosSeLosLlevaronVivosLosQueremos
#HayQueContagiarLaEsperanza
Facebook y twitter: Juan José
Campos Loredo
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